martes, 27 de octubre de 2009

Martina, por Maida




La Martina que vive en la cabeza de Maida

No sé si llamarlo el primer fan art que recibo, dado que Maida es mi amiga y además mi ilustradora de elección para Schmetterlinge. Digamos que amé el concepto, que la mariposa en la mano, los lirios y el paraguas (símbolos muy potentes en la novela) me dejaron alucinando, a pesar de que la niña que ustedes ven es muy dulce para ser la Martina que yo imagino. pero el dibujo es hermoso (Maida, quiero pintar como tú *pataleta*) y me alegró el día. Más les vale amarlo, porque esta chica interpreta perfectamente bien la estética del libro, a pesar de las diferencias menores con un autor quisquilloso como su servidor.

martes, 20 de octubre de 2009

Magdalena


The Fairy-feller's Master Stroke, by Richard Dadd

Magdalena, como Richard Dadd, pintó El Golpe Maestro del Duende Leñador encerrada entre cuatro paredes.

A este punto, cabe mencionar que la leyenda dice que Dadd se había vuelto loco y que por eso el cuadro no tiene centro. Un observador puede preguntarse si es una historia sobre Titania, Oberón, o la ninfa con un vestido amarillo. Difícilmente podrá sacar algo en limpio.

Magdalena en cambio no estaba loca: si en camino de estarlo. Al menos, así lo veía la madre. Había sido la primera en gritar los silencios contenidos de la familia. La primera en decir que padre era alcohólico, y madre un un monstruo ambivalente, que a veces tenía rostro de hombre y piernas y alas de harpía. Fue la primera en decir que su hermana se había hecho monja por el cinturón de castidad forjado por el miedo de una tía media loca, que se creía Mary of Scottland y rezaba el padre nuestro con los jesuitas. Magdalena fue la primera en revelar que bajo la alfombra de su casa había sangre, y por eso la encerraron en su cuarto durante casi un año. Entonces, el alma atormentada de Richard Dadd se hizo uno con su soledad, y juntos pintaron una copia espléndida del cuadro que ella nunca había visto y que a él le costó nueve años concebir.

A Magdalena, pintarlo le tomó poco más de nueve meses.

Fue el primer noviazgo que tuvo, antes de encontrarse con el hombre de las manos rotas, a quien amó hasta el último día de sus vidas.


domingo, 18 de octubre de 2009

Martina II



Mon Feu, by fezkuro

Hoy, un fragmento del manuscrito "final" de Schmetterlinge. Las comillas van porque no sé qué iran a decir los editores. Después de la FILSA, a tocar puertas y a jugársela por publicar!

Martina era la segunda de tres hermanos. Estaba justo a medio camino entre Nicolás, que tenía seis, y Sabrina, la mayor, que tenía dieciocho. Era una muchacha lánguida, delgada y estirada como un bejuco verde, y era pelirroja. Para ser más precisos, tenía el cabello color carmín oscuro, no tan oscuro para haberlo llamado cobrizo, pero intenso como un amanecer en el planeta Mercurio. Y tenía pecas. Al menos unas cincuenta en cada mejilla. La mancha se desparramaba hasta los extremos de los pómulos, añadiendo algo más de color a su rostro de lirio acuático. La expresión de sus ojos y su boca, sin embargo, añadía una gama superior de fuerza al conjunto. En la constelación de ambos se conjugaba permanentemente una marca de porfía que desafiaba incansablemente la dirección en que giraban los engranajes del mundo conocido. En suma, era la más pintoresca en una familia de personajes ya de por sí bastante memorables. Aunque no, en todo caso, por su temperamento inestable, o su marcada tendencia al silencio. Martina era especial porque quería ser escritora.

Schmetterlinge,
cap I "Flores de Papel"

miércoles, 14 de octubre de 2009

Unheimlich



Freckles, by NomiArt (deviantart)

Dos mañanas atras, bajaba las escaleras camino al andén del metro, cuando me encontré con Martina en persona. Lo que suena a inicio de cuento rupturista no es otra cosa que una de las experiencias más raras que he tenido en el último tiempo. La diferencia está en que esto pasó. Y no, no soy un personaje salido de la mente de Poe como para habérmelo imaginado todo. Eso creo.

Con ustedes, der unheimlich en el metro de Santiago de Chile.

***

Inicialmente, iba a subir la entrada prometida que le tenía a Elisa. Sin embargo, el encuentro con uno de mis personajes (bueno, con una niña que es la viva imagen de uno de ellos) no me ha dejado tranquilo. Era preciso escribirlo. Además (como no podía ser de otro modo), todo ocurrió después de leer a Freud para el curso de Fantasy & The Fantastic dictado por la genial Susana Bunster. Oportunidades como estas no saben de compromisos previos.

No quiero dar la lata con el padre del psicoanálisis 1) porque es una lata encontrarse con Freud en un blog, y 2) porque la vena de profesor tiende a salirseme, y es fácil que termine dando cátedra al respecto. Sin embargo, hace falta una palabra previa (muy breve, por suerte) para entender el efecto adicional del encuentro que he insinuado unas líneas más arriba.:

Freud dice que el sentimiento de lo extraño (alem. der unheimlich) es un miedo muy particular por cosas que se nos presentan como sospechosamente familiares. El autor cita las coincidencias como uno de sus ejemplos más recurrentes. Eso es todo lo que se necesita saber sobre el tema.

La Martina que me encontré no sólo correspondía a la descripción que aparece en el libro, sino que además viene a aparecer después de mi lectura del texto de Freud sobre lo extraño. Freud escribía en alemán, y Martina es descendiente de inmigrantes alemanes. Más extraño todavía es que justo ese fin de semana, haya llegado a la conclusión que Schmetterlinge es extrañamente amigable a una lectura desde lo extraño. Tanta extrañeza está sonando extrañamente redundante.

Locura-neurosis post-parto-de-libro/pre-control de lectura, simple "coincidencia", transgresión de realidades? O qué!

Juzgue usted.

viernes, 2 de octubre de 2009

Copyrighted



Ya es un hecho: Schmetterlinge dejó de ser un mero manuscrito. Ahora es una novela registrada, con todas sus letras y derechos. Fue un día decisivo para la historia del libro. Me aventuré por calles desconocidas, inseguras y ruinosas, buscando la oficina de registro como quien busca la entrada a un reino secreto. Anduve por rincones hostiles, por ese Santiago sucio, donde el esmog pesa y los ojos que te miran de vuelta no son muy amistosos. Y sin embargo no tuve miedo. Tenía un mapa (literalmente), y, lo más importante, un Destino. Hoy vuelvo a convencerme que no se necesita nada más.

Y bueno, el manuscrito sigue lleno de pifias. Ahora la cuestión se resume a si vuelvo a leerlo y revisarlo (esta sería la tercera vez) o si sencillamente dejo que los editores hagan su trabajo.